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Alexis Sánchez se convirtió hoy en el máximo goleador de la historia de la selección chilena de fútbol. Ante el campeón del mundo en la Copa Confederaciones marcó su gol 38, superando el récord de Marcelo Salas.

Ha sido un camino cuesta arriba. Hijo de una madre soltera que sobrevivía limpiando pescado en la caleta de Tocopilla, Alexis y su familia eran, en palabras de su hermano Humberto «los más pobres de los pobres».Pero Alexis tenía un enorme talento, tenía un sueño («ser el mejor futbolista del mundo»,

como decía de pequeño), y lo más importante, tenía y tiene una constancia a toda prueba para perseguir ese sueño, por imposible que pareciera.

Fue y es hasta hoy, un trabajador incansable. Era un jugador rápido y hábil, pero no se conformó con eso; perfeccionó su faceta de goleador hasta convertirse en un consumado artillero. No sabía lanzar tiros libres, pero los practicó tanto que hoy es una de sus especialidades.

En eso Alexis se parece a otros chilenos ilustres que salieron desde el Chile profundo, de las regiones, a conquistar el mundo a punta de talento y pasión por su oficio como Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Violeta o Nicanor Parra…

En un Chile desigual desde la cuna y que cierra tantas puertas a los que nacen sin privilegios o en desventaja, el fútbol es una pequeña rendija de meritocracia…

Una que nos hace pensar en cuantos Alexis estamos perdiendo en áreas en que ni el talento ni el esfuerzo son suficientes para salir a la cancha y poder competir, en igualdad de condiciones, por ser el mejor.

 

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