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Derrochar, descuidar. Son dos verbos que un funcionario público jamás debiera conjugar en sus actos.

Menos en un país de recursos escasos, con una situación económica compleja y cuando se dice que hay que cuidar cada peso del presupuesto.

Algo que al parecer no ocurrió en un programa piloto de compra de fórmulas lácteas para niños menores de 1 año..

Porque según la Contraloría, la subsecretaría de salud pública compró 420 millones de pesos de más de leche.

Se necesitaban 9 mil tarros pero se adquirieron 96 mil. La subsecretaría dice que la compra fue la adecuada para el plan piloto, y que esperan que el proceso adminsitrativo les dé la razón.

No es lo que cree la Contraloría, que ordenó reintegrar los fondos. De mantenerse la postura del órgano contralor, debiera este caso sancionarse a los responsables y no sólo llorar sobre la leche y los recursos derramados.

 

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